Como dejó escrito Darwin, «Si no hay dudas, no hay progreso», así que ya que nos encontramos a mediados de noviembre y se acerca el final del año parece éste un buen momento para comenzar a dudar, a hacer balance de los retos que nos esperan y de las adversidades que se han ido superando en el mundo del seguro. Y de todo lo que tenemos por delante.

 

Para el próximo año es indudable que el crecimiento ha de formalizarse sobre la digitalización como herramienta de eficacia y acercamiento a nuevos clientes, pero también sobre otros aspectos que debemos destacar:

Debemos mejorar nuestra capacidad de asesoramiento para contribuir a la prevención de nuestros clientes, y también saber acompañar el crecimiento de los mismos adecuando nuestra oferta a sus necesidades reales. Y cuando hablamos de crecimiento nos referimos a dos vertientes diferentes: al crecimiento como empresa y por ende el de sus activos y necesidades, y al crecimiento poblacional que se enfrenta a un futuro de pensiones exiguas en el que la previsión y el ahorro a medio y largo plazo comienza a jugar un papel fundamental.

 

Además está creciendo una nueva tipología de clientes que implica un mayor y más profundo estudio de sus características, deseos, actitudes y hábitos de consumo, sin perder nunca de vista que la personalización y la humanidad en nuestras relaciones con ellos deben marcar la diferencia cualitativa con respecto a otros canales de distribución.

 

Sencillez, inmediatez, escalabilidad y personalización comienzan a ser las demandas de un público más educado, más exigente y más habituado a obtener su demanda satisfecha cuando desea algo aquí y ahora, que se ajuste exactamente a la necesidad del momento. Debemos cuidar la experiencia para garantizar la lealtad. 

Los millennials representarán en 2020 el 50% de la población activa y en 2025 llegará hasta el 75%, convirtiéndose en la masa de consumidores más amplia de la sociedad.

 

Además, ya se están incorporando al mercado laboral los centennials (Generación Z), una generación que ha asumido la tecnología desde sus primeros pasos, y que ya no conciben un mundo sin la dependencia hacia ella.

 

La velocidad de cambio y adaptación es crítica, ya que comienza a ser imprescindible la aportación de valor ante la gran competencia de nuestro sector, sobre todo cuando entendemos que parte de la cadena de valor que aporta nuestro servicio se halla fuera de nuestro control. Si el mercado evoluciona de forma rápida, efectiva y grupal, como empresarios debemos acometer el desafío con exactamente mismo espíritu: rapidez, efectividad y coordinación en la empresa que debe ser liderado desde el CEO hasta todas las posiciones.

 

Por supuesto, también las nuevas regulaciones ocupan un papel importante en nuestro escenario: la severidad de las nuevas reglas, como la GDPR (Reglamento General de Protección de Datos) o IDD (Insurance Distribution Directive), suman complejidad y restan agilidad a la actividad diaria y a la planificación a medio y largo plazo.

 

Terminamos este artículo con otra conocida reflexión Darwin: «No es la más fuerte de las especies la que sobrevive y tampoco la más inteligente. Sobrevive aquella que más se adapta al cambio».

 

El temor no es a bancaseguros, Amazon, Google u otras amenazas que existen y siempre existirán a nuestro modo de hacer y modelo de negocio. El temor es que nosotros mismos decidamos, por acción o inacción, no progresar.

 

Por supuesto no es fácil, pero ¿cuándo fue más apasionante?

 

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