Poco a poco se van apagando los ecos de unos días de celebración, marisco y regalitos y vamos regresando a la triste realidad de que, como escribía Monterroso, el dinosaurio todavía está ahí. Ese dinosaurio se llama cuesta de enero, ese momento en el que los excesos monetarios de las fiestas pesan en forma de menor gasto; tu cuñado, por así decirlo, ha dejado tras de sí una estela de pequeñas o grandes deudas y de gastos que, para tranquilizar nuestra conciencia, apelamos de «imprevistos».